La empatía es un arte, una capacidad excepcional
programada genéticamente en nuestro cerebro con la que sintonizar con los
sentimientos e intenciones de los demás. Sin embargo, y aquí llega el problema,
no todos logran “encender” esta linterna que ilumina el proceso de construcción
de las relaciones más sólidas y enriquecedoras.
Algo que escuchamos con frecuencia es aquello de
que “tal persona no tiene empatía”, “que aquella otra es una egoísta y que
carece por completo de ella”. Bien, algo que es importante aclarar desde un
principio es que nuestro cerebro dispone de una arquitectura muy afinada
mediante la que favorecer esa “conexión”. La empatía, al fin y al cabo, es una
estrategia más con la que mediar en la supervivencia de nuestra especie: nos
permite entender a la persona que tenemos delante y nos facilita la posibilidad
de establecer una relación profunda con ella.
Esa estructura cerebral donde la neurociencia ha
situado nuestra empatía está en el giro
supramarginal derecho, un punto situado justo entre el lóbulo parietal, el
temporal y el frontal. Gracias a la actividad de estas neuronas logramos
separar nuestro mundo emocional y nuestras cogniciones para ser más receptivos
en un momento dado, hacia las de los demás.
Ahora bien, aclarado este dato, la siguiente
pregunta sería, entonces… ¿si todos disponemos de esta estructura cerebral, por
qué hay personas más o menos empáticas e incluso quienes presentan una ausencia
total y absoluta de ella? Sabemos, por ejemplo, que el trastorno antisocial de
la personalidad tiene como principal característica esa falta de conexión
emocional con los demás. Sin embargo, dejando a un lado el aspecto clínico o
psicopatológico son muchas las personas que simplemente, no llegan a
desarrollar esta habilidad.
Las experiencias tempranas, los modelos educativos
o incluso el contexto social, hace que esta maravillosa facultad se debilite a
favor de un egocentrismo social muy marcado. Tanto es así, que tal y como nos
revela un estudio llevado a cabo en la Universidad de Michigan, los
universitarios de hoy en día son hasta un 40% menos empáticos que los
estudiantes de los años 80 y 90.
La vida actual tiene ya tantos estímulos y tantos
distractores para muchos jóvenes y no tan jóvenes, que dejamos de ser
plenamente conscientes del momento presente e incluso de la persona que tenemos
ante nosotros. Los hay que están más sintonizados a sus dispositivos
electrónicos que a los sentimientos de los demás, y eso, es un problema sobre
el cual deberíamos reflexionar.
Para profundizar un poco más en el tema, te
proponemos a continuación conocer qué rasgos definen a las personas que sí
disponen de una autoestima auténtica, útil y esencial con la que establecer
relaciones saludables y un adecuado desarrollo social.
Una aspecto básico que conviene aclarar desde un
principio es qué entendemos por empatía útil, porque aunque nos sorprenda, no
basta simplemente “con tener empatía”
para construir relaciones sólidas o para mostrar eficacia emocional en nuestras
interacciones cotidianas.
Para entenderlo te pondremos un sencillo ejemplo.
María acaba de llegar a casa cansada, agotada de mente y molesta. Acaba de
tener una discusión con sus padres. Cuando Roberto, su pareja, la ve, lee de
inmediato en su expresión y en su tono de voz que algo no va bien, interpreta
su malestar emocional y en lugar de generar una respuesta o una conducta
adecuada, opta por aplicar la empatía proyectada, es decir, amplifica aún más
esa negatividad con frases como “ya vienes otra vez enfadada, es que te coges
las cosas a la tremenda, siempre te pasa lo mismo, mira qué cara llevas…”.
No hay duda de que muchas personas son hábiles a la
hora de empatizar emocional y cognitivamente con los demás (sienten y entienden
qué ocurre), sin embargo en lugar de mediar en la canalización y en la adecuada
gestión de ese malestar, lo intensifican.
La persona hábil en empatía, por tanto, es aquella
capaz de ponerse en los zapatos ajenos sabiendo en todo momento cómo acompañar
en ese proceso sin dañar y sin actuar como un espejo donde se amplifique el
dolor. Porque a veces no es suficiente con comprender, hay que saber ACTUAR.
LA AUNTÉNTICA EMPATÍA DEJA A UN LADO LOS PREJUICIOS
Nuestros juicios diluyen nuestra capacidad de
acercamiento real hacia los demás. Nos sitúan en un bando, en un lado del
cristal, en una perspectiva muy reducida: la nuestra. Cabe decir, además, que
no resulta precisamente fácil escuchar a alguien sin emitir juicios internos,
sin poner una etiqueta, sin valorar a esa persona como hábil, torpe, fuerte,
despistada, madura o inmadura.
Todos lo hacemos en mayor o menor grado, sin embargo,
si fuéramos capaces de despojarnos de ese traje, veríamos a las personas de una
forma más auténtica, empatizaríamos mucho mejor y captaríamos con más precisión
la emoción del otro.
Es algo que deberíamos practicar a diario. Una
habilidad que según varios estudios suele llegar a medida que nos hacemos
mayores, puesto que la empatía, así como la capacidad de escuchar sin juzgar,
es más común a media que acumulamos experiencias.
LAS PERSONAS
CON EMPATÍA DISPONEN DE UNA BUENA CONCIENCIA EMOCIONAL
La empatía forma parte indispensable de la
Inteligencia Emocional. Sabemos que este enfoque, esta ciencia o área tan
exitosa de la psicología y el crecimiento personal está de moda, pero… ¿Hemos
aprendido de verdad a ser buenos gestores de nuestro mundo emocional?
La verdad es que no mucho. En la actualidad,
seguimos viendo muchas personas que manejan a la ligera y con supuesta eficacia
términos como la autorregulación, la resilencia, la proactividad, la
asertividad. Sin embargo, carecen de un auténtico inventario emocional y siguen
dejándose llevar por la ira, la rabia o la frustración como lo haría un niño de
4 años.
Otros en cambio, piensan que ser “empático” es
sinónimo de sufrimiento, como un contagio emocional donde sentir lo que otro
siente para experimentar el mismo dolor ajeno como una suerte de mimetismo del
malestar.
No es lo adecuado. Debemos entender que la empatía
sana, útil y constructiva parte de esa persona que es capaz de gestionar sus
propias emociones, que dispone de una autoestima fuerte, que sabe poner límites
y que a su vez, es hábil a la hora de acompañar emocional y cognitivamente a
los demás.
LA EMPATÍA Y
EL COMPROMISO SOCIAL

Por curioso que parezca, en el reino animal el
concepto de empatía está muy presente por una razón muy concreta que hemos
señalado al inicio: la supervivencia de la especie. Algo así genera que muchos
animales y diversas especies muestren comportamientos de cooperación donde
atrás queda la clásica idea de la “supervivencia del más fuerte”. Un ejemplo de
ello lo podemos ver en ciertas ballenas, capaces de atacar a las orcas para
defender a las focas.
Sin embargo, entre nosotros predomina en muchos
casos el efecto inverso, a saber, la necesidad de imponernos los unos sobre
otros, de buscarnos enemigos, de alzar fronteras, de crear muros, de
invisibilizar personas o incluso de atacar al más débil solo por ser débil o ser
diferente
Por su parte, las personas que se caracterizan por
una auténtica empatía creen en el compromiso social. Porque la supervivencia no
es un negocio ni debe entender de políticas, de intereses o de egoísmos.
Sobrevivir no es solo permitir que nuestro corazón bombee, es disponer de
dignidad, de respeto, es sentirnos valorados, libres y parte de un todo donde
todos somos valiosos.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/empatia-caracteristicas-personas/
PSICOLOGIA INTEGRAL SANTIAGO - CHILE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.